Cuentos

LA ULTIMA LLAMADA




Desde hacía ya cuatro días, a la misma hora invariablemente, recibíamos una llamada. Exactamente a las 4 de la mañana, el teléfono no dejaba de sonar hasta que mi esposa o yo contestábamos y cuando lo hacíamos sólo lográbamos escuchar una respiración, una respiración cansada, que se ahogaba en sí misma, como si se tratara de alguien que esta exhausto o a punto de desfallecer.

Estábamos muy nerviosos, francamente preocupados, al principio creímos que se trataba de una broma, pero ya era demasiado. La quinta noche no dormí en lo absoluto, permanecí inmóvil frente al teléfono esperando que el timbre sonara de nuevo. Había comprado un identificador de llamadas, por fin sabría quien me estaba jugando esta mala pasada. Mi esposa no quiso esperar y se fue dormir sin lograr convencerme de hacer lo mismo.

Llegó el momento, el reloj marcó las 4:00 horas, mi esposa seguía dormida y en el identificador pude ver el número 5-5-2-5-7-8-8-3. ¡Esto no es posible! pensé, es mi número telefónico el que aparece en el display, seguramente...
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CORAZON DE ASESINO



Las estrellas brillaban en el cielo y la luna mostraba su pálida y más reluciente cara, no habría otra noche como esta.
Las desoladas calles alumbradas por escasos faroles de luz no se dejaban ver por completo. Oscuros callejones ocultos en lugares poco visibles comunicaban algunas de estas vacías vías.
Escondido tras uno de los muros de los cientos de lúgubres callejones estaba él, aguardando tal cual feroz depredador la aparición de su tan esperada presa.
Sonidos con eco se escuchaban próximos al callejón, a lo lejos pudo distinguir la casi imperceptible figura de un hombre, tambaleándose de lado a lado, tropezando con todo a su paso. Preparó su plateado revolver y tratando de hacer el menor ruido lo cargó, se asomó nuevamente y en efecto, aquel hombre ahogado en alcohol no había escuchado nada, de hecho sería muy difícil distinguir el ruido de su arma con aquel carnaval de tropezones.
Si algo nuca dejaba de hacer aquel despreciable hombre era matar a su presa antes de devorarla, es decir, los asesinaba primero y luego ....
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LA MUÑECA ASESINA


Ana apretaba la mano de Geraldo mientras sentia que la vida se le iba lentamente. Sus inmensos ojos verdes estaban llenos de lagrimas, su mayor preocupacion era su hija Sasha, que quedaria desamparada cuando ella ya no estuviera en el mundo.
-Prometeme que la cuidaras como si fuera tu propia hija- le dijo entre sollozos- Perdoname Geraldo, se que debi haberte correspondido pero nunca pude verte como mas que un hermano..
Geraldo seco sus lagrimas y le dijo.
....
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SOMBRAS Y SANGRE



Vi, vi una sombra en el pasillo, no sabía lo que era, esa sombra tenía un cuchillo, se acercaba cada vez a mi, me di la vuelta y...
morí, yo llena de sangre, me vio mi madre en fantasma, la sombra me persigue, esta vez con un martillo y yo, otra vez viva, mi casa se hace fuego y la sombra me pega un martillazo, yo muero y, llena de sangre solo veo fuego, un fuego intenso que quemaba la casa, esa sombra lo había hecho, estoy muerta, y las sombras me persiguen.




 

El fantasma de la rivera

Como todos los días, Gabino regresaba de pescar, al final de la tarde.
En la orilla opuesta del río, por encima del monte, el cielo estaba rojizo, y
el río lo reflejaba en sus aguas inquietas.
Ya en la playa, Gabino amarraba su bote, cuando, al igual otros días, sintió que
lo observaban. Varias veces vio, por el rabillo del ojo, que alguien se asomaba
entre las sombras del monte ribereño, pero al voltear solo veía a los árboles.
Aquella presencia, aquel ser que lo observaba, no le causaba temor, y de
alguna forma, tenía la impresión, casi la seguridad, de que era algo femenino,
aunque también sentía que no era una persona ni ningún ser vivo.

Unos días después, Gabino llegó hasta la playa acompañado por una muchacha
que conoció en el cumpleaños de un vecino. Mientras nadaban en el río, Gabino
sintió nuevamente que lo observaban, desde el monte, pero esta vez lo embargó
un hondo temor.
- Mejor nos vamos - le dijo a la muchacha - El agua está muy fría.
Al otro día, cuando regresó de pescar, al final de la tarde, se apresuró en amarrar
su bote, atravesó la playa y se internó en el sendero que atravesaba el monte
cuesta arriba. El sendero ya estaba oscuro, el monte silencioso y lúgubre.

Iba por la mitad del sendero cuando de repente escuchó una voz que le erizó
la piel - !Gabino, ven, aquí estoy¡ - la voz era temblorosa, ronca, parecida a
la de una anciana, y tenía un tono imperativo. Gabino volteó lentamente; en
el sendero, detrás de el, había una figura decrépita, encorvada y temblorosa.
Gabino quedó paralizado por el terror. Aquella figura fantasmagórica llegó
hasta el y lo envolvió en sus delgadísimos brazos; el corazón de Gabino dejó
de latir.
Al amanecer, otro pescador que pasaba por allí encontró su cuerpo sin vida.
Mientras lo examinaba, el hombre vio, por el rabillo del ojo, que alguien
lo observaba desde el monte.

EN EL CORREDOR DE UN HOSPITAL


Estaban remodelando un hospital para que volviera a funcionar.
Los albañiles habían hecho los trabajos mas grandes, ahora seguían los
Electricistas. Augusto y otros cuatro compañeros ingresaron al hospital
Abandonado.
- Tenemos trabajo como para tres meces - dijo Nicolás, quien era el encargado
De los electricistas, mientras miraba el viejo cableado que estaba a la vista.
Nicolás desplegó un mapa que le habían dado, lo examinó y dijo:
- Augusto, andá por aquí, por este corredor - señaló con el dedo - Ahí esta la
central, hay que apagar la lave general. Llevá la linterna, esto va a quedar oscuro.

Augusto dudó, trató de buscar alguna escusa, tenía miedo de ir solo.
- ¿Quien me acompaña?, yo no conozco el hospital.
- Yo tampoco, para eso tenemos el mapa, ya te indiqué por donde ir - le respondió
Nicolás, con tono autoritario.
Muy a su pesar, Augusto tomó rumbo al corredor. Apenas se alejó un poco las
Voces de sus compañeros dejaron de oírse. De un lado y del otro del corredor
Habían puertas que daban a habitaciones oscuras, Augusto siguió avanzando.

Cuando encontró la central, encendió la linterna antes de bajar la llave general.
Aún era de día, pero sin electricidad, el corredor parecía un túnel cavado
en la
Negrura de la tierra, estaba completamente oscuro. Augusto volteaba
Continuamente, al iluminar hacia adelante, la oscuridad detrás de el parecía
Crecer mas. Delante de el, se escuchó como se habría la puerta de una
Habitación, y, seguidamente, salió de su interior un hombre en una silla de ruedas.
El hombre en silla de ruedas atravesó rápidamente el corredor e ingresó a otra
Habitación que estaba enfrente.

Augusto gritó, lanzó un sonido agudo, casi como un chillido. Enseguida se
Escucharon unas carcajadas, y de una habitación, salieron los compañeros de
Augusto, riendo a mas no poder, le estaban jugando una broma.
Con intención de asustarlo, habían entrado a una habitación, y allí encontraron
Una vieja silla de ruedas, el hombre sentado en la silla era Nicolás.
 
 
UNA MANCHA EN LA PARED
 
Eran ya casi las doce y media cuando yo, aún sentado en el sombrío estudio de mi casa en la playa, armado con afilada pluma y envuelto en la armadura de mi batín de paño, me disponía a finalizar mi velada creadora, apagar las lámparas de aceite que iluminaban la estancia mientras me preparaba mentalmente para caer entre los mullidos brazos de Morfeo durante toda aquella noche invernal del 16 de febrero.
Lentamente terminé de retocar con un ligero trazo de mi pluma aquél poema al que había estado dando vueltas toda la tarde. Pero, pese a tener un fuerte sentimiento intuitivo alrededor de los primeros versos, finalmente observé abatido que había vuelto a escribir uno de aquellos  poemas, entre vulgares y simbolistas, cuya fuerza estética (si es que tenían alguna) era sin duda el engañoso fruto subjetivo de mi voluntad frustrada y no de un maravilloso arranque de genialidad literaria.
Según  Juan, mi inspiración (antaño tan creadora) se había detenido en el pasado, y nada, ni siquiera un sobrehumano esfuerzo por escribir, lograría hacerla volver a mi vieja pluma. Cualquier otro se habría reído de él: hay quien dice que la poesía es sólo fruto del perfeccionamiento estilístico y de un prolongado trabajo del poeta. Por desgracia, yo soy de los que buscan una poesía más intuitiva, menos fría y más humana. Por este último motivo yo estaba completamente desanimado y terriblemente apático en todo aquello que no implicase el escribir.
Aquella repentina "falta de talento" que experimenté durante aquél invierno vino acompañada, casi simultáneamente, por un cambio de mis preferencias artísticas: ya no surgirán de mi inconsciente pluma versos entonados al amor incontenible y confuso que sentía por la vida, la vida personificada en ella... Ahora se apoderaban de...Ver Más

LISS

Tengo que contarles una historia que, creo, les interesará. Supongo que la mayoria de ustedes habrán visitado alguna vez un chat de conversación, en donde, personas, de distintos lugares, que normalmente no se conocen de nada, "hablan", mediante sus monitores y teclados, y entablan amistad, llegando, incluso, en los casos más extremos a surgir el, siempre imprevisible, amor.
Pues bien, yo jamás he entrado en ninguno de estos chats, por que me producen verdadero pavor; pero si son inofensivos, diran ustedes, estas solo en tú casa, delante de tú ordenador, y nadie puéde hacerte nada, argumentaran, a lo que yo les responderé: ¿Están seguros?, ¿Están realmente seguros?
La historia que he de contarles no me sucedió a mí, sí no, estaría muerto, como lo está Robert, mi mejor amigo, el protagonista de estos hechos.
Todo ocurrió hace ya dos añós, Robert tenia 21 e iba a la universidad; estaba haciendo una ingenieria técnica en informática de sistemas y fue allí, despues de una de las clases que se realizaban en el aula de informatica, donde provó por primera vez Internet.
Roberto era por norma general muy timido e introvertdo (excepto con sus amigos), y, naturalmente, los chats de conversación le entusiasmaron. Descubrió que allí podía ser lo que quisiera, ser como quisiera, sin tener que preocuparse por nada, ya que nadie le conocía, nadie le podía ver. Allí podia ser un dios o ser un demonio, convertirse en un reluciente caballero, o ser el peor chulo callejero, ser abrasador como un sol naciente o frio como el hielo... En ese utópico mundo los únicos límites son los que te impone tu propia imaginación, y Robert siempre decia que su imaginación no tenía limites...Ver Más


LA SOMBRA DEL LAGO

 
La historia que cuento en este viejo cuaderno (que ya estaba en un penoso estado cuando lo encontré a mi lado nada más despertar) puede no ser creída jamás por nadie, o puede que quien la encuentre la deje, horrorizado, en el mismo sitio donde la encontró. Tal vez este amasijo de hojas amarillentas no será encontrado jamás por nadie (si es que queda alguien para poder hacerlo). Pero yo tengo que escribir estas palabras... lo he de hacer porque es el único medio que se me ocurre para purgar las culpas de mi atormentada consciencia: No pude parar aquello que pasaba en este pueblo y solamente puedo intentar avisar a los demás de la maldad que aquí impera.
Puedo jurar que he sido testigo de extrañísimos ritos, algunos de los cuales son anteriores a la venida de los propios romanos, pero jamás he visto ninguno que lo fuese tanto como el que presencié en el pueblo de Satoigne, ni ninguno tan terrorífico como el que (por desgracia) conocí aquí.
***
El tren traqueteaba por entre el montañoso bosque plagado de resistentes coníferas de un verdor vital (pese a que estábamos en Otoño) y también de otro tipo de árboles que mostraban su debilidad con el enfermizo color de las efímeras hojas que aún no se había llevado el viento. La ventana del compartimento era el único medio que me permitía huir de la incómoda situación que se daba en mi vagón.
Todo parecía marchar bien con mis compañeros de viaje al comienzo del trayecto, pero cuando pasamos de largo la última estación, los pasajeros que ocupaban los demás asientos del compartimento empezaron a mirarme con una escrutadora curiosidad que me incomodaba bastante.
Ahora sé porqué...Ver Más